El monólogo de Shylock

"He hath disgraced me, and hindered me half a million, laughed at my losses, mocked at my gains, scorned my nation, thwarted my bargains, cooled my friends, heated mine enemies; and what's his reason? I am a Jew. Hath not a Jew eyes? Hath not a Jew hands, organs, dimensions, senses, affections, passions? Fed with the same food, hurt with the same weapons, subject to the same means, warmed and cooled by the same winter and summer, as a Christian is? If you prick us, do we not bleed? If you tickle us, do we not laugh? If you poison us, do we not die? And if you wrong us, shall we not revenge? If we are like you in the rest, we will resemble you in that. If a Jew wrong a Christian, what is his humility? Revenge. If a Christian wrong a Jew, what should his sufferance be by Christian example? Why, revenge. The villainy you teach me I will execute, and it shall go hard but I will better the instruction."

William Shakespeare. The Merchant of Venice.

El Centro de Octavio Paz

"[Los pobladores artísticos del Centro] eran más de los que pueda recordar de pronto. Había una pequeña tertulia frente a la librería Porrúa. En ella estaban Andrés Henestrosa, Alejandro Gómez Arias y algunos más jóvenes como mis amigos y yo. Y por ahí pasaba mucha gente: Diego Rivera, Orozco y muchos otros pintores. Pasaban Villaurrutia y Novo, que trabajaban muy cerca, en la Secretaría de Educación Pública, y Efrén Hernández, que trabajaba con ellos. Era un ratoncito con grandes anteojos. Y también Jorge Cuesta y José Gorostiza. Había cafés de chinos a los que íbamos los jóvenes con poco dinero, y había los otros cafés, que eran más caros. Mucho más tarde, al final de los 30 y principios de los 40, había el Café de París. La dueña era una señora francesa, amiga de Pepe Gorostiza. Iba mucha gente: toreros, novilleros, pero sobre todo íbamos escritores y artistas. En el Café de París había una tertulia que empezaba más o menos a las cuatro de la tarde. En una gran mesa estaban siempre o casi siempre Octavio Barreda, Celestino Gorostiza, Xavier Villaurrutia, un escritor amigo suyo que se llamaba Luquini, el pintor Orozco Romero y dos personas que eran de las más asiduas: León Felipe y José Moreno Villa. De vez en cuando iban José Gorostiza –que ya era diplomático– y Ortiz de Montellano (...) De lo que se hablaba era de libros y vida literaria, arte, música y muchísimo teatro porque toda aquella gente estaba muy interesada en el teatro (...) Había otra mesa al lado, que era la de los marxistas, la de los revolucionarios, donde la figura más importante era José Revueltas (...) Después de las seis de la tarde se hacía una mesa muy ruidosa en la que me gustaba sentarme porque era la más divertida. En ella estaban Juan Soriano, que era un poco el centro de atención, Lupe Marín, Lya Costa, quien después se casó con Cardoza y Aragón, Lola Álvarez Bravo y María Izquierdo, que era encantadora y estaba siempre decorada como un ídolo, como una especie de diosa precolombina totalmente pintada y repintada, una máscara viviente. Este grupo llegaba tarde, salía tarde del café y después se iba a correrías nocturnas que no siempre terminaban brillantemente (...) Todo en aquella ciudad me fascinaba, aunque tenía un aire de grandeza venida a menos. Suspiramos por el México de esa época, pero mostraba ya un esplendor caído, como una belleza maltratada. Ahora aquello se ha vuelto hilachas. Había nobleza y había en el México de esa época una gran cortesía. Era un México cortés. Un proverbio español de otro siglo decía: "Cortés como un indio mexicano". Y era verdad. Novo era un hombre cortés. Villaurrutia también. El único que encontré descortés fue a Diego Rivera. Algo extraño en un hombre de Guanajuato. ¿Sabe a qué se parecía el Centro de México? No a Madrid. El México que yo conocí era superior a Madrid. Aquel México era asombrosamente parecido a Palermo (...) Lo que se puede decir del México de esa época es que era una ciudad llena de grandeza caída (...)"

Fuente: Centro Histórico de la Ciudad de México. Artes de México. 1993.

Regina ruidosa

Soy vecino de la calle Regina desde febrero de 2009. De unos meses para acá a la delegación Cuauhtémoc se le ocurrió que la limpieza de mi calle sucediera entre la medianoche y el amanecer. Así, una pipa de aguas residuales con un mecanismo ruidosísimo transita lenta y por lo menos una vez a la semana entre 20 de Noviembre y Bolívar a esas horas. Entonces cientos de vecinos no podemos dormir. Lo mismo cuando desazolvan las coladeras, sólo que en este caso el ruido es todavía más fuerte. He llamado varias veces a Seguridad Pública, y ahí me informan que tengo que quejarme directamente en la delegación y que el horario de limpieza de Regina es una decisión de Marcelo Ebrard; en la delegación dicen que necesito remitir un oficio a la Fundación del Centro Histórico. Supongo que se refieren al Fideicomiso del Centro Histórico. Ya lo hice. También he hablado con el conductor de la pipa, quien recibe insultos y baños de agua fría desde algunas ventanas del Corredor Cultural Regina. Por otra parte he conversado con los trabajadores que desazolvan las coladeras (¡en alguna ocasión estuvieron de 20 horas a 5 horas!) y según su testimonio necesito quejarme con la instancia responsable del suministro de agua del Distrito Federal. He escrito un par de veces a El Universal y también he expresado mi malestar en Twitter. Sé que no soy el único vecino molesto, y conozco el caso de alguien que tuvo que mudarse debido al ruido que recientemente contamina Regina. Qué bueno que la limpien y se preocupen por desazolvar las coladeras, sólo pido que realicen estas actividades de día.

Botones en el DF

Al ex editor de DF y Edomex de El Universal le hacían falta botones. Y sólo hasta que encontrara una buena tienda en donde los vendieran usaría otra vez un par de blazers que matenía en innecesario desuso. Preguntó, recorrió las mercerías y boneterías habituales del Centro y finalmente cayó en la desesperanza. Entonces llegué yo a proponerle una columna. Me puso a prueba con este texto, que le agradó. Desgraciadamente renunció al periódico pocos días después.

Varios usuarios de Twitter dicen que pruebe en las tiendas de telas como la Parisina, otros me mandan a Liverpool y alguien sugiere las mercerías de las plazas comerciales, por ejemplo la del Centro Comercial San Jerónimo (Av. San Jerónimo 630, La Otra Banda). Yo prefiero dar con establecimientos más encantadores, por eso empiezo mi búsqueda en las sastrerías de la Zona Rosa, tan pequeñas y limpias. Si bien en Río Bravo (Hamburgo 175, Juárez; 5514 0095) y Gilberto Ortiz (Londres 209; 5514 1713) venden botones bonitos para sacos y blazers, la variedad de ambas no me deja satisfecho. Sucede lo mismo en London House (Londres 204, Juárez; 5533 0089), sólo que aquí la empleada me ofrece una pista valiosa: sus botones Holland & Sherry, que venden únicamente bajo pedido, los consiguen en Casa Armand (Insurgentes Sur 1391, Insurgentes Mixcoac; 5598 2233). En este local al Sur de la ciudad fundado en 1910 venden botones metálicos, de poliéster y de cuerno. Un empleado me cuenta que la sucursal de Polanco (Arquímedes 31) tiene menos surtido. Mi siguiente visita es justo por ahí, en La Casa de los Botones (Julio Verne 95, Polanco; 5281 3126). Se trata de un local asombroso, con miles de botones disponibles. Existe desde 1985 gracias a la ex modelo y pintora neoyorquina Mary Anne Burton. Aquí se encuentra el mayor surtido de México, según la dependienta. Tienen botones de metal, cristal, tejido, plástico, cerámica y más; en todos los colores y tamaños imaginables. Y si no lo tienen, lo hacen. Además a un lado hay una conveniente sastrería. Termino mi recorrido confirmando que esta ciudad no le falla a nadie. Y para muestra ¡muchos botones!

Regina en 1895

"Entusiasmo, y mucho, se notaba en los días del sábado y domingo en la plazuela de la Regina, en las calles del mismo nombre y las de las Ratas y Mesones. Barracas de madera y lona en las que se improvisaron figones y tabernas, multitud de puestos ambulantes, otros en las orillas de las banquetas, multitud enorme de frutas, dulces y otras mil golosinas, un fotógrafo bajo un gran quitasol chino y fogatas de ocote y leña. De una a otra azotea cohetes corredizos y en las calles cohetazos sin descanso. Dos templetes había: uno en Regina y otro en las Ratas; en el primero tocó una mala murga, en el segundo el vigésimo primer Batallón, estando sus miembros sin uniforme. Se quemaron grandes castillos. No hubo grandes desórdenes ni delitos. Ebrios escandalosos sí. Con esto formen ustedes una idea de lo que fueron las luces de Regina."

Fuente: la edición de El Universal del 10 de septiembre de 1895 a través de La Ciudad de México en el siglo XIX (1974) de María del Carmen Ruiz Castañeda.

Salirme de la Condesa

¿Por qué o para qué? Un tipo le dijo a mi amiga: "Llévate a Jorge Pedro a una cantina de Xochimilco, de esas con piso de tierra, para que por fin salga de la Condesa". Supongo que esta persona querrá dejar claro que él sí conoce el DF, no como yo. Si ese es el caso espero que lo consiga. Tal vez podría colaborar en el radio, escribir en algún medio impreso o tener un blog; en realidad no me extrañaría divisarlo en las cómodas gradas de la crítica pasiva, ahí donde se odia a desconocidos con algún tipo de proyección mediática. Yo me quedo pensando en cuál será el problema que tienen algunas personas con la Condesa. Es una colonia originalmente bella e interesante, pero que se ha puesto vulgar como Parque Delta. Por eso ya no vivo ahí. Sin embargo no creo que ese sea el problema. Detecto en todo caso un enojo típico en México que valdría la pena revisar con el psicoanalista, pero por desgracia las naciones no se acuestan en el diván. Resulta que si eres moreno y vives en la Portales es más fácil que pases por poeta, digamos, en comparación con alguien que nació rubio, estudió en la Ibero y vive en la Condesa. Así se piensa en México. En un país de comprensible acomplejamiento social se entiende que prevalezcan esta clase de prejuicios. Y como la mitad de mis genes son mediterráneos entonces no parece que yo haya ido a cantinas de piso de tierra (¿habré ido?, ¿importa?) y por lo tanto no puedo ser considerado un conocedor de la ciudad. De todas formas esa no es mi intención. El día que yo vaya por la vida como experto en el DF denme un bofetón. A mí sólo me gusta aproximarme con alegría y conciencia a esta capital que es mucho más grande que todas las cantinas juntas, ya no hablemos de los libros que rara vez se leen en aquellas gradas de piso de tierra. Un saludo hasta allá y que Di-s los bendiga.

"Así, la Ciudad de México es (...)

(...) un comedero, es un bebedero, es la coreografía del subempleo alrededor de los semáforos, es un teatro de escenarios ubicuos, es el frotarse de cuerpos en el Metro, es el depósito histórico de olores y sinsabores, es una primera comunión meses antes de la boda, es el anhelo de un cuarto propio, es la familia encandilada ante la televisión, es el santiguarse de los taxistas al paso de los templos, es la incursión jubilosa y amedrentada en la vida nocturna, es un paseo por los museos voluntarios e involuntarios, es el ir al cine como si se fuera a un videoclub sin variedad de títulos, es la cacería de la tipicidad que sobrevive, es la expedición de franquicias que subrayan la falsa y asombrosa semejanza con una ciudad norteamericana."

Carlos Monsiváis en el prólogo de Guía del pleno disfrute de la Ciudad de México (1994) de Jorge Legorreta.

Mi mentira favorita

También esto me lo contó don Elías. Resulta que en algún momento del siglo XX varios chinos llegaron a Nayarit para trabajar. Se instalaron en un pueblo que no tenía nombre. Y al momento de desembarcar decían: "Acá pon eta, y acá pon eta ota". Se referían a sus equipajes. Por eso el lugar se llama Acaponeta. De ahí es Alí Chumacero, que parece chino y ahora vive frente al edificio de Hugo, en San Miguel Chapultepec. Según Wikipedia Acaponeta quiere decir: "Lugar junto al río en donde crece el frijol enredado en la caña de carrizo". Ja.

Mi anécdota favorita

Estaba Rosalba en el lobby de Editorial Televisa esperando a una amiga para irse a comer juntas. Pasó un buen rato. Y entonces se abrieron las puertas del elevador. Rosalba pensó que era su amiga, así que sin fijarse mucho dijo: "¡Por fin llegas!, ¡te tardaste un montón!". Pero del elevador no salió su amiga, sino Carlos Salinas de Gortari, quien replicó: "¿Me estás hablando a mí?". Por favor pídanme que se los cuente en persona.