Los frijoles charros y las quesadillas
Al final no me fui a dormir, sino que aproveché para ir al súper. Me compré unos frijoles charros en lata, queso gouda, un paquete de tortillas de harina y guacamole, entre otras monerías. Ah, y una planta muy bonita a la que Fortina, por supuesto, ya le echó el ojo para destruir. Cociné y comí muy rico, a solas y en silencio; y con el corazón contento, evocando puros pensamientos bonitos sobre la gente que quiero. Otra vez estoy de buenas, y en parte se lo debo a una frase (casi casi un arjonismo) que escuché en la fila del Sumesa: "El súper es como la vida, vas tomando las cosas que se te antojan y al final te toca pagar por todo". Ole por eso.
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