Si votara por Madrazo, me sentiría culpable.
Si votara por Calderón, sería culpable.
Si votara por Obrador, podría culpar a alguien.
Los demás candidatos ya son culpables.
Si dejara de votar, me harían sentir culpable.
¿Qué hacer?
Adiós, José
Casi da coraje que él ya lo sepa, así tan de repente. Él ya está ahí, en la otredad absoluta mientra nosotros continuamos en esta ignominia permanente. ¿Le habrá ganado México a Argentina? ¿Conservará su registro el partido de Patricia Mercado? ¿Cómo sonará el nuevo disco de los Super Elegantes? No importa, de verdad; nada de eso existe más.
Jamás voy a olvidar ese último encuentro, hace pocas semanas: yo comía pistaches al tiempo que observaba con tristeza a un montón de aztecas-en-poliéster bailando groseramente. Él regresó a la mesa, me consoló con sensatez y ternura, me besó en el cachete derecho y yo conseguí recuperar el ánimo. Entonces, salimos de ahí, tomamos un taxi hacia el norte de la ciudad y rescatamos a un par de desconocidos que olían a galletas de canela. Los cuatro nos despedimos en el cajero de Nuevo León y Campeche y él tomó un taxi de sitio. Llovía y yo prometí vernos pronto.
Recuerdo esa canción de Astrud. "Para cada cosa hay una vez que es la última." Yo no tuve ese último café, me negué. Y hoy no he dejado de pensar en Cristina Pacheco, la poeta de El Nivel, el café La Habana, El Popular, la calle de Puebla, los chistes locales, ese último taxi juntos, los sueños que describía en su blog; tantas cosas.
Jamás voy a olvidar ese último encuentro, hace pocas semanas: yo comía pistaches al tiempo que observaba con tristeza a un montón de aztecas-en-poliéster bailando groseramente. Él regresó a la mesa, me consoló con sensatez y ternura, me besó en el cachete derecho y yo conseguí recuperar el ánimo. Entonces, salimos de ahí, tomamos un taxi hacia el norte de la ciudad y rescatamos a un par de desconocidos que olían a galletas de canela. Los cuatro nos despedimos en el cajero de Nuevo León y Campeche y él tomó un taxi de sitio. Llovía y yo prometí vernos pronto.
Recuerdo esa canción de Astrud. "Para cada cosa hay una vez que es la última." Yo no tuve ese último café, me negué. Y hoy no he dejado de pensar en Cristina Pacheco, la poeta de El Nivel, el café La Habana, El Popular, la calle de Puebla, los chistes locales, ese último taxi juntos, los sueños que describía en su blog; tantas cosas.
Un poquito menos de pain y un poquito más de gain
Segundo día. Esta mañana volví a correr desde la glorieta de Citlaltépetl hasta la esquina de Ámsterdam y Michoacán. Sólo que esta vez no me detuve, yeah.
Algo de pain, pero (aún) nada de gain
Día uno. Esta mañana corrí desde la glorieta de Citlaltépetl hasta la esquina de Ámsterdam y Michoacán.
¿En qué estabas pensando?
Siempre que voy al cajero automático que está en el edificio en donde trabajo, me topo con esta máquina de refrescos que muestra la infame figura que a continuación presento.
Tan celebrado soy que muy probable es que el coordinador de moda –por decirlo de alguna forma– de esa foto termine visitando mi blog algún día. A usted, unas preguntas:
1. ¿Quién te dijo que era buena idea que el tipo de enmedio combinara un pantalón de cuadritos (súper shiale per se) con esa playerucha amarilla?
2. ¿Por qué la tipa usa calcetines negros con zapatos blancos?
3. ¿Cuántos años lleva usando esa camiseta interior el oei de negro? ¿Y qué me dices del anillo?
4. ¿Te pagaron bien?
5. ¿Qué edad tienes?
6. ¿Eres uno de los 'chavos' que aparecen en la foto?
Tan celebrado soy que muy probable es que el coordinador de moda –por decirlo de alguna forma– de esa foto termine visitando mi blog algún día. A usted, unas preguntas:
1. ¿Quién te dijo que era buena idea que el tipo de enmedio combinara un pantalón de cuadritos (súper shiale per se) con esa playerucha amarilla?
2. ¿Por qué la tipa usa calcetines negros con zapatos blancos?
3. ¿Cuántos años lleva usando esa camiseta interior el oei de negro? ¿Y qué me dices del anillo?
4. ¿Te pagaron bien?
5. ¿Qué edad tienes?
6. ¿Eres uno de los 'chavos' que aparecen en la foto?
Take a walk on the inner side (nunca vi Star Wars)
Lo primero que hice esta mañana fue escuchar el disco de Cats. (Incluso canté en la regadera.) Más tarde, rumbo a la oficina, platicaba con la-pandilla-que-me-trae-y-acompaña-a-Santa-Fe acerca del fervoroso interés que padecí de niño con respecto al honrado oficio de ventrilocuo. Mis papás, a petición mía, me habían comprado un libro sobre el tema y, gracias a él, pude practicar y practicar cada weekday afternoon con el deseo de lograr el perfeccionamiento y poder trabajar en fiestas infantiles. Al final no ocurrió nada de eso. Hoy-día, más bien, trabajo en Men's Health y me encanta editar páginas mientras suenan en mi iTunes cositas de Hidrogenesse o Nacho Vegas. En el trabajo, quisiera poder platicar con mi amigo André sobre Star Wars o con Oswaldo acerca de los hábitos recreativos de La Volpe, pero la verdad es que mi interés termina tendiendo hacia otros sitios, más cutres, algo menos colectivos y ciertamente más ociosos. Como esa escena en la que Divine se come las heces de un perrito al final de Pink Flamingos. O esa cervecería en República de Cuba. O esa empolvada pasión mía por convertirme en ventrilocuo. Quizá deba enfrentarla de nuevo. Y, por qué no, dejarme seducir asimismo por el soccer y los cómics. Es gibt immer Zeit.
M.O.R.
Una mujer bajita y gorda no puede hacerse pasar por una azafata que mide 196 centímetros, así sin más, sin que nadie se dé cuenta. Y, sin embargo, pasó. Tampoco es posible que esta mujer cague una langosta viva y luego se la coma. No obstante, yo mismo vi cómo lo hacía. Esa asesina me visitó afuera de algún cine, en el asiento 29 del ETN que me trajo a la ciudad, en un centro comercial y también en mi cama. Bendita sea, hace tiempo que no me sucedía.
www.toquedequeda.net
Son un desperdicio virtual. Virtualmente hablando, pues. Cada vez que alguno ve la luz, este se convierte en una Laika en el espacio. ¿Y a quién le importan los restos flotantes de una perrita que sin quererlo llegó a heroína, anyway? Yo le temo a la heroína, a los héroes y también a los canes, la verdad. Fuchi los blogs, arriba los blogueros.