M.O.R.

Una mujer bajita y gorda no puede hacerse pasar por una azafata que mide 196 centímetros, así sin más, sin que nadie se dé cuenta. Y, sin embargo, pasó. Tampoco es posible que esta mujer cague una langosta viva y luego se la coma. No obstante, yo mismo vi cómo lo hacía. Esa asesina me visitó afuera de algún cine, en el asiento 29 del ETN que me trajo a la ciudad, en un centro comercial y también en mi cama. Bendita sea, hace tiempo que no me sucedía.