Creo que ha llegado la hora de conocernos mejor. Empezaré por mí, que escribo desde una MacBook de 13 pulgadas a un metro de mi balcón en la calle de Regina, generalmente en pants y camiseta. Me gusta reseñar ciudades, sobre todo esta en la que nací y en la cual han transcurrido mi infancia y vida adulta –pubertad y adolescencia las reposé a cientos de kilómetros de acá. A mis 31 años continúo soltero, tal vez soy el único que me ve guapo. Pero mejor me detengo. Ahora les toca a ustedes. Me pregunto un montón acerca de los hombres y mujeres que leen mi columna y los breves relatos que produzco para esta robusta sección. Si soy franco suelo imaginarlos más jóvenes que yo, aunque mejor versados en materia de antros, y entonces me siento intimidado. Quizá nos hemos topado en la entrada de algún antro, ustedes fumando y yo intentando entrar. Sin duda escribo para los expertos. Tal vez algunos crean que mis reseñas y columna son tontas, de la misma manera que a mí me resulta sencillo juzgar a alguno que otro colega –por pura envidia, tengo que admitirlo. No obstante también debe existir alguien por ahí que valore mis esfuerzos por reseñar la vida nocturna en el Distrito Federal. En todos ustedes pienso cada vez que concibo y tecleo una frase. A veces me imagino a adolescentes guapísimas y felices que se dedican a visitar los lugares de moda; en ocasiones me concentro en chicos tímidos que anhelan salirse de la casa de sus padres, conquistar a alguna mujer, lucir bien. Asimismo tienen un espacio en mi corazón aquellos que se topan con esta revista en la sala de espera de algún consultorio. Por supuesto que también mis editores son prioritarios a la hora de redactar –me dan libertad, sugieren ideas, trabajan profesionalmente. Pero ya estoy hablando otra vez de mí. Se supone que les tocaba a ustedes. ¿Cuándo me escriben, pues, para contarme sobre sus vidas y experiencias en la noche defeña? Tengo muchísimo que aprender.
Publicado en la columna Sic transit gloria noctis de la edición de junio de 2011 de la revista Dónde Ir.
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