"Cuentan que en la mañana del 25 de octubre de 1593 apareció en la plaza mayor de México un soldado con el uniforme de los que residían en las Islas Filipinas, y que dicho soldado, con fusil al hombro, interrogaba a cuantos pasaban por aquel sitio con el consabido y sacramental '¿quién vive?'. Agregan que la noche anterior de hallaba de centinela en un garitón de la muralla que defendía a la ciudad de Manila, y que sin darse cuenta de ello y en menos de lo que canta un gallo se encontró transportado a la capital de la Nueva España, donde el caso pareció tan excepcional y estupendo que el Santo Tribunal de la Inquisición tomó cartas en el asunto, y después de las serias averiguaciones y el proceso de estilo se condenó al soldado tan maravillosamente aparecido a que se volviese a Manila, pero despacito y por la vía de Acapulco, pues el camino era largo y no había de intervenir, como en su llegada, el espíritu de Lucifer, a quien se le colgó el milagro del primer viaje tan repentino como inesperado."
Fuente: González Obregón, Luis. México Viejo. Porrúa, Ciudad de México, 1976.
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