Primer día en Tel Aviv. El jet lag me tiene mal. Pero igual logro despertarme animoso de la siesta, escoger mis prendas menos fachosas y caminar de prisa hasta el reloj turco de Jaffa con la intención de tomar un taxi y presentarme a tiempo a mi cita. Estoy feliz, visitar a estas personas es uno de los motivos primordiales de mi viaje. Con un hebreo súper limitado le digo al taxista la dirección y que ojalá podamos llegar antes de las ocho. De la puntualidad saltamos a su esposa vietnamita y de ahí a los palestinos. El señor se muestra enojado cuando habla de ellos, los califica de asesinos y bárbaros, y yo me angustio un poco porque me cuesta trabajo entender lo que dice. Su inglés es tan precario como la calidad de vida de los lugareños de Gaza. Total que llegamos y el taxista insiste en que mi destino es... equivocado. Ken, poh, aní iodea eifo, todah ve'shalom. Espero a que el taxi se aleje y entonces me meto en el edificio, emocionado y algo sorprendido. Qué raro, me lo imaginaba más suntuoso. Enseguida me doy cuenta de que soy el único sin traje. Pero da igual. Me presento con ellos, y enseguida cambian su idioma al castellano. Son tan finos conmigo que pronto olvido que estoy cansado. Pero lo estoy. Todo parece un sueño. Que si el bisabuelo del rey David, que si el sionismo, que si la columna fulana. Al final, dos de ellos me dan un aventón al Old Jaffa Hostel. Hablamos sobre el pantanoso Tel Aviv de los años 20, los judíos de Uruguay y temas por el estilo. Me despido y decido deambular un rato por la playa, antes de irme a la cama. Me alejo un montón del hostal, por lo que para regresar necesito un taxi, y resulta que me subo al coche del Keser monit y salgo en la tele. Termino haciendo el ridículo, pero la paso bien y me acuesto feliz. Me tomo una foto mandando besos a mi cámara y poco después sueño con el bisabuelo del rey David. Apenas ahora entiendo por qué.
Esta foto del Old Jaffa Hostel es de Fredy Ross.
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