Ya basta

Estoy más preocupado que cansado. En mi caso, sería raro sentir hartazgo por tantas fiestas: me encanta desvelarme, parlotear con la euforia que concede la bebida gratis y, en ocasiones, escuchar música interesante (y hasta bailar). El sentimiento que tengo es más bien de preocupación. Soy mi propio papá regañón, y enseguida me doy cuenta de que estoy pasándome de la raya. Además, la ciudad de México no ayuda mucho: todos los días hay al menos una fiesta patrocinada por alguna marca de alcohol. En serio: todos. Y algo se encarga de recordármelas a cada rato. Unas están padres, y otras no tanto; pero generalmente me la paso bien, sobre todo porque voy con mis amigos. Pero ya basta, uno no puede ir por la vida durmiendo poco y bebiendo mucho; así que quiero anunciar que desisto, que ya no iré a tantas fiestas entre semana, que prefiero regresar a la mezquita sufi, al estudio del hebreo y a los documentales del canal 22. Ay, ¿cuánto tiempo durará mi renuncia a la fiesta consuetudinaria? Prometo avisarles.