Bismillah ir-Rahman ir-Rahim

La noche de ayer, Ángel y yo participamos en un Zikr que terminó cerca de la una de la mañana. No fuimos invitados con propiedad, aunque sí recibidos con buen ánimo. E incluso nos convidaron de su cena después de la ceremonia. Cuando llegamos a la mezquita de la orden sufi Jalveti Yerraji, a las siete y media de la tarde, no podíamos siquiera imaginar la belleza y la fuerza de lo que íbamos a presenciar. Primero nos sentaron a escuchar a un hombre con voz calma que relataba historias sobre Mahoma, Abraham y José. Entonces los musulmanes nos ofrecieron café y unos bancos especiales para hincarnos con comodidad; después cubrieron la sala con pieles. Poco a poco los asistentes, con sus velos y barbas, llenaron el espacio. Y, de pronto, éramos ya como 50 personas. Así comenzó la celebración de la remembranza como tal; varones y mujeres enfrentados. Pronto comprendí la esencia mística de los sufi, evidenciada a través de oraciones y cantos repetidos, movimientos constantes de la cabeza y respiraciones frenéticas. El propósito era conmemorar el nombre de Alá. "No hay otra realidad aparte de Alá" y "en el nombre de Alá, el compasivo y misericordioso" eran las frases más frecuentemente pronunciadas (en árabe). Al final, Ángel y yo formamos parte de las oraciones, hombro a hombro con los demás participantes. Y sí, puse mi frente contra el suelo. Ahora mismo me resulta difícil describir la sensación que me produjo todo esto; por ahora sólo tengo claro que regresaré el próximo jueves. Y, por supuesto, llevaré mi cámara.