¿Qué hacer, pues?

Yo ya entendí que con la vida no se negocia. Es decir, uno no se porta bien para que ella se porte bien con uno. Nada de ganar-ganar. De hecho, las ideas de recompensa o castigo son sólo eso: ideas. Si la vida fuera justa, ¿qué sentido tendrían la poesía, los textos sagrados o la muerte? Da igual cómo se porte uno, la vida siempre hará lo que le plazca. Entonces, yo me pregunto cómo vivir: ¿haciendo el bien sin esperar un 'rebote' de bondad o cambio, o más bien ignorando cualquier consecuencia moral? Uno no se construye una vida, uno se construye a pesar de ella. Como la carta XVII del tarot de Marsella, cuya figura principal transcurre desnuda y sin ambiciones; sin torres, pero también sin relámpagos que las destruyan. Qué imagen tan dulce, tan real.