Taxista: son once pesos, chino.
Yo (dándole una moneda de diez y otra de cinco): tome.
Taxista: ¡groash!, ¿por qué diablos no tiene cambio?
Yo: ¿mh?
Taxista: ándele, bájese a cambiar estos cinco pesos.
Yo: ¿pero por qué?, vaya usted, yo lo espero.
Taxista: ¡no! ¿no entiendes que no es mi obligación tener cambio?
Yo: tampoco es mi obligación hacerle entender que sí. Deme esa moneda y adiós. ¡Mf!
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