Más sobre el complot extraterrestre de la ciudad de México

2. Los Chupacabras del metro Coyoacán.

La ciudad está invadida por una cáustica sustancia llamada Tenochtinol. Se le puede encontrar mayormente en charcos oscuros, malolientes y sabrá San Charbel qué tan profundos. La esquina que hacen avenida Universidad y Real de Mayorazgo no es la excepción, desde luego. A través del reflejo de esas manchas ácidas es posible distinguir, lánguido, el logotipo del Palacio de Hierro. Incluso a las cuatro de la mañana, cuando miríadas de simpáticos jovencillos y jovencillas de la colonia Del Valle, Coyoacán y alrededores nos reunimos para celebrar el sacrosanto ritual del CHUPACABRAS.

Quesque más de doscientas especias conforman la receta secreta. Publicidad o realidad, qué más da. Las muertas de Juárez podrían formar parte de esa salsa, poco importa. De lo que se trata es de comer, tragar, embutir, zampar. No importa que los platos se "laven" en una cubeta con agua negra (yo mismo he visto cómo lo hacen, ni siquiera se toman la molestia de ocultarlo). Y cuando digo negra, I mean NEGRA. Como el alma de Betty Monroe.

He llegado a pensar que el contenido de esa cubeta es el mismísimo TENOCHTINOL. Tan salado él.

Que alguien intente explicar la inmunidad gástrica que hemos adquirido los chupacabreros, que alguien estudie esos charcos y que por favor alguien me desmienta si afirmo que Don Chupacabra es un... sí, señor, un EXTRATERRESTRE ROSACRUZ DE PERFIL TEMPLARISTA CON INTENCIONES CONSPIRATORIAS. Unas palabras para usted, don: no conseguirá envenenarnos, sino todo lo contrario, sólo ha logrado reforzar nuestras defensas. Porque yo sé que su cometido es dañarnos. De lo contrario, ¿cómo es posible que no le preocupe que tantos y tantos estafadores le paguemos sólo dos cuando en realidad nos hemos metido cuatro chupas? Porque de que se da cuenta, se da cuenta.