Y aún hay más

3. La misteriosa condición de los taxímetros durante la madrugada.

Yo tenía pocos días viviendo en la ciudad de México. Era inocente. Y por lo tanto, infeliz. Dos de la mañana, Isabel la Católica (no me pregunten qué hacía ahí, ni yo mismo lo recuerdo).

- Lo que pasa es que a esta hora no usamos el taxímetro, chino.

- ¿Mh? ¿Y por qué no?

- Porque no hace falta.

- Órale. ¿Y cuánto me cobra de aquí a los viveros de Coyoacán?

- 200 pesos.

- ¡Pf! Es mucho, ¿no?

- Bueno, 120.

Ese miedo criminal hacia la criminalidad chilanga no tiene explicación. Ni vergüenza. Ni tampoco un origen terrestre, desde luego.

- Oiga, ¿y por qué conduce como aprisionado en esa cabinita de vinil?

- Para evitar asaltos. La ciudad está llena de criminales, ya sabe.

- ¿Criminales? Justo como usted, mi amigo.

- Tranquilo, chino, tranquilo.

- De verdad, amigo, lo digo de neta, USTED ES UN CRIMINAL, así que no se queje.

Media hora más tarde:

- Qué buena platiquita nos aventamos, eh, chino. Da gusto conocer a gente honrada como tú. Son 120 pesos.

- Tome. Pues sí, pero usted sigue siendo un criminal. Y por favor, deje de tutearme. Eso sólo puede hacerlo la gente honesta. NO USTED.

Arrancón. Tubo de escape. Contaminación. Ciudad.
Olvido.

¿Por qué nadie hace nada para que los taxistas usen el dichoso taxímetro durante la noche? Conspiradores extraterrestres: sus contradicciones no nos volverán locos. Tan sólo más mordaces. Y en definitiva, más astutos.

Pero ustedes, ¿qué piensan, afables lectores?