Ziggy played guitaaar

Cuando alguien se acerca a un cliché, existen dos opciones: que al autor no contemple lo desgastado del tema, o bien, que su conciencia lo lleve a comenzar la aproximación con una excusa. Los lugares comunes pueden llegar a ser adorables y no hay por qué temerles. Vivimos un tiempo en el que la posmodernidad tiene cara de repetición histórica, y en el cual las repeticiones históricas resultan familiares: pongamos de moda los clichés. ¿Habrá algún mejor inicio que David Bowie?

The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars.
David Bowie.
1972, EMI.

David Robert Hayward Jones pronto se dio cuenta de lo vulgar de su nombre y de su barrio natal. Entonces, se mudó al centro de Londres y cambió su apellido a Bowie. Un lustro más tarde, decidió transformarse en un reptil tan extraterrestre como bisexual, dispuesto a salvar el mundo por medio del rock, una voz gangosa (que todavía es bastante emulada) y el suicidio. 1972 no fue la única vez que el maese de Brixton alteró su identidad, sino que continuó haciéndolo durante el resto de la década, a veces motivado por la locura, otras por la cocaína, y algunas por el ingenio. Mientras todo aquello sucedía, yo ni siquiera había nacido, y todavía me sorprende que algunas personas terminen salvando el mundo berreando frases como my brain hurts a lot, mientras que muchos de nosotros terminamos fotocopiando documentos para un jefe que no sabe nuestro nombre.

David Bowie optó por lo primero, y en ese sentido, el Ziggy Stardust es una importante apología del rock como forma de vida. Hay una canción en este disco, llamada “Star”, que habla sobre la decisión de convertirse en una estrella de rock como alternativa a la guerra o al desempleo. El rock podía ser también una opción… Heddon Street fue el escenario ideal para maquinar una de las portadas más memorables; la calle, por supuesto, todavía existe, y un servidor tuvo la fortuna de hacerse un retrato en el mismo lugar, luego de haber ahorrado durante meses el dinero que obtenía por fotocopiar documentos (mi jefa sí conoce mi nombre, de eso no me quejo).

Este disco es redondo, entretenido, enfermizo y pegajoso. ¿Podemos decir más? Sí. Es, además, una placa infinitamente influyente, y me parece ocioso argumentar por qué. La labor setentera de Bowie se asemeja a la de aquellos operarios invisibles, referidos por los masones cuando relatan la historia del Templo de Salomón y la reina de Saba. Pero lo más importante del Ziggy Stardust no está sólo en su música, sino también en su discurso: la vida no tiene por qué transcurrir convencionalmente, sino que teñirse el pelo y tocar la guitarra con los dientes también es una alternativa posible y real. Rebeldía pura, yeah.