La burla y lo políticamente correcto

Every man is important if he loses his life;
and every man is funny if he loses his hat and has to run after it.
G. K. Chesterton.

Jesús lloró, sudó sangre y hasta pateó mercaderes, pero la tradición católica, a través de sus evangelios sinópticos, establece que jamás rió. Umberto Eco utiliza lo anterior como uno de los ganchos argumentales de Il nome della rosa, en cuya lectura todos sonreímos cuando Jorge de Burgos, ciego y asesino, aduce que reírse es malo pues “sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara y hace que el hombre parezca un mono”. Esta concepción de que el nazareno nunca rió comenzó en la mal llamada edad media, cuando San Crisóstomo y San Benito se obsesionaron con la idea y la incluyeron en sus reglas, remetiendo contra la risa como una actitud contraria a la humildad. En todo caso, el hecho de que Jesús nunca haya emitido una risa no quiere decir que jamás se haya mofado de alguien. No hace falta ser un experto en Exégesis para apreciar cierto dejo de ironía en aquello de tirar la primera piedra, por ejemplo. El ingenio es un fino producto intelectual y con todo respeto, algunos pasajes del Nuevo Testamento son una prueba de que la burla es un arte no necesariamente condenable. Recordemos que lo moral y lo ético no siempre son lo mismo. Mucho menos en nuestro momento histórico, donde lo “bien visto” representa un asunto tan hipócrita como gracioso. A continuación, cinco de los muchos casos en los que la mofa es un asunto políticamente correcto en México, aunque también en otros lugares, dependiendo de la situación.

Texto completo en http://jorgepedrotextos.blogspot.com y en la revista del Claustro de Sor Juana del mes de diciembre de 2003.