Sobre la identidad

Ni judío ni español ni del todo mexicano. Pero las tres a la vez. La casa de mis papás en Aguascalientes y mis años formativos más importantes en Córdoba. Nací y pasé mi infancia en la capital azteca, a donde regresé al comienzo de la vida adulta. Nunca me identifiqué con el catolicismo, pero estudié con lasallistas y numerarios. Y ahora me siento muy bien en una sinagoga fundada por estadounidenses e ingleses. Como cuando los escoceses y yorkinos, aunque mucho mejor. Me emociono cuando escucho el acento andaluz, por mi mamá. Quiero vivir en Jerusalén y también en Mollina. Hermana, cuñado y sobrino en Viena, tíos y primas en Valdosta y media hermana de mi papá en Coyoacán. No conocí a mis abuelos, y de mis abuelas sé poco: la campechana se cambió el apellido materno y la mollinata, que vive con mi tío en Madrid, no recuerda el año de su nacimiento. Alguna vez mi papá, de cuyos familiares coahuilenses ignoro prácticamente todo, dijo: "Somos una familia de trashumantes". Hace poco Emilio pronunció: "Hay que aprender a vivir en la ambigüedad". Y luego escuché de alguien: "That's what you are, embrace it!".