Católica de hueso colorado

Así se definió la mujer que anoche conocimos Ángel y yo en la plaza Giordano Bruno, en la Juárez. Íbamos con la intención de husmear en el barrio gitano y, en el mejor de los casos, hablar con algún vecino. Pero no lo logramos. En cambio, nos topamos con esta mujer afuera de la iglesia. Después de indicarnos el nombre del templo, empezó a hablarnos de Jesús. Entre otros asuntos, citó el evangelio de Pablo (sic), nos platicó de los niños que nacen satánicos porque sus padres también lo fueron y relató que los judíos de hace 20 siglos llamaban "perros" a los gentiles. No pude más y me arranqué con la Inquisición, la idolatría cristiana, la hermosa religión que practicaba Jesús y el espíritu expansionista del catolicismo. Poco después lamenté nuestra discusión porque me di cuenta de que nadie necesita convencer a nadie. Al final le dije que uno no tiene que ser católico para estar cerca de Di-s, que hay varios caminos y ninguno es mejor que otro. Ella no estuvo de acuerdo. Su conclusión: ojalá algún día nuestros corazones se ablanden para recibir a Jesús. Decidí no contestarle.