O mejor dicho en Regina, que en varios sentidos es distinto. Estoy conciente de que llevo poco tiempo aquí, sin embargo desde ya puedo percibir ciertos aspectos que distinguen a mi nuevo rumbo de la Condesa. La experiencia del día a día en este llamado corredor cultural (en el que, como dice Rocío, el arte está incluso en lo que uno se bebe, ¡ja!) tiene más que ver con las personas, en comparación con los automóviles. No más valet parkings, franeleros o tráficos, por ejemplo. Además, me da la impresión de que aquí la gente luce en general más alegre, o al menos menos tensa. Y eso se agradece, sobre todo los viernes. La lista de nuevas experiencias es extensa: las orejas de la Pastelería Madrid, el buen ánimo del taquero de Regina y Jesús María, la peluquera sonriente de los Baños Señorial que me quita los pelos de la nariz sin necesidad de pedírselo, el café del restaurante que le gusta a Carlos Celis (¿cómo se llama?), las cervezas chinas de Al Andar, la voz del cura del Regina Coelli y mucho más. ¿Y qué decir de los vecinos del edificio? Amables, divertidos y algunos hasta fans de Gloria Trevi. Mañana la fiesta tributo, no lo olviden.
Fortina, por supuesto, está feliz con su nuevo departamento.
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