Elías De La Rosa Jáuregui

Así se llama el señor de 80 años que me corta el pelo y la barba desde 2006 en su peluquería Nunca en domingo, sobre Fernando Montes De Oca. Luego de responder a mi saludo en la forma habitual ("pues acá, como la mamá del muerto"), le platico acerca de mi próximo viaje a Chihuahua y sobre los millones de pesos que tiene el Melate para el sorteo de esta noche. De pronto ya estamos conversando sobre la Condesa ("primero judíos, luego oficinas, después restaurantes y ahora gays"). Asegura que conoce tan bien la calle de Amatlán, en donde está mi oficina, que puede describirme con detalle varias de las casas cercanas a Juan Escutia: "La Tongolele vive en el 15 y tu editorial debe ser la casa blanca del 33, ahí vivía un joven que se mató en la carretera". Me cuenta del accidente que sufrió la hermana de López Portillo hace 32 años muy cerca de su antigua peluquería, de cuando Juan Escutia tenía camellón y del asesinato de varias mujeres una noche en Veracruz 5, a pocos pasos del edificio en el que vivo. Con los ojos cerrados, y embobado por sus historias, le permito a Elías arreglarme las patillas a su manera. Me ofrece alcohol para el cutis irritado ("¿se lo unto o se lo toma?"), le pago y salgo con dirección a Tamaulipas y Michoacán para comprar un boleto del Melate. Si me gano un dinerillo ("el que mucho pide con algo se queda"), pienso compartirle un poco a este simpático zacatecano de orejas grandes que hoy me dejó las patillas como las de Óscar Chávez en Los Caifanes.