La vocación religiosa
No crean que no la he considerado, de hecho desde la primaria que conocí de cerca el estilo de vida lasallista (a la gente le da risa cuando cuento que de niño gané un concurso sobre la vida de San Juan Bautista De La Salle y el premio fue pasar una noche con los hermanos). Y en la secundaria el Opus Dei. Y luego lo que ustedes ya saben o sospechan. Si a estas alturas no me he percatado de cierto leitmotif, entonces estoy ciego. Anoche fui a una casa que tienen los jesuitas en la calle de Tabasco para platicar con el encargado de Vocaciones, y ambos revisamos el tema. ¿Por qué alguien decidiría que lo suyo es la religión, particularmente el catolicismo y en especial la Compañía de Jesús? Y resulta que, aunque parezca improbable, cada mes se reciben cerca de 30 peticiones de hombres que eventualmente pasan un año ya sea en Chihuahua o Chiapas para reflexionar sobre su posible noviciado. Por lo general todos se convierten en sacerdotes jesuitas. He estado leyendo los folletos y las revistas, y la información está muy bien; la idea me gusta. Pero hoy al despertar tuve claro que lo mío es otra cosa. Admito sin humildad que me atrae más la figura de San Ignacio De Loyola que la Compañía de Jesús. Me hace falta ese sentido de sumisión del que hablan los musulmanes y el que tanto combatió Jesús.
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