Qué impresionado quedé cuando salí de aquella reunión familiar en San Ángel. Había sido invitado al cumpleaños de uno de los hijos de manera indirecta, así que no conocía a nadie. Pero pronto me sentí cómodo entre personas tan rutilantes y agradables. Después compartí con mi amigo Ángel, ex colega universitario del festejado, los razonamientos que me disparó aquel evento. Por ejemplo la idea de que la abundancia material es causa y también efecto de ciertas virtudes. Esto que relato ocurrió hace meses y desde entonces he conservado un bonito recuerdo de esa tarde, con todo y que la señora de la casa me regañó por haber tomado un tenedor de plástico en lugar de una cucharita para comer mi rebanada de pastel. Esa señora era Guita Schyfter, la directora de la maravillosa Novia que te vea, y yo ni en cuenta. Apenas ayer lo descubrí mientras veía su película Laberintos de la memoria, que me encantó. Qué documental más conmovedor. El mensaje se asoma con claridad: la personalidad y algunos vacíos aparentemente inexplicables podrían mantener un vínculo inconciente con el conocimiento o desconocimiento que uno tiene de su propio pasado. Pero resulta que uno recrea, o inventa, sus historias casi por una necesidad natural, como argumenta Jodorowsky en Donde mejor canta un pájaro. O sea, justo el quid de mis recientes exploraciones familiares. Yo mismo he pensado en emprender una apasionante labor de documentación como la que Guita llegó a cabo respecto a su familia en Lituania y Costa Rica. Ya estuve en Israel, pero aún me faltan Cuba y España, y ciudades mexicanas como Saltillo. Y después lo que venga. Y preguntar más, mucho más.
Este domingo 30 volverán a proyectar Laberintos de la memoria, esta vez en la Cineteca Nacional a las 16 hrs. Se las recomiendo mucho.
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