Domingo

Hace mucho que no pasaba tanto tiempo con mi papá. Hoy desayunamos a las nueve en el Sanborns de los Azulejos, luego caminamos hasta el Zócalo y entonces nos dirigimos al Palacio de la Autonomía, en la calle Licenciado Verdad. Visitamos el edificio con calma y me contó cómo era cuando él cursaba ahí la secundaria y la preparatoria. Qué afortunado. Después Moneda, Academia, Jesús María, Santísima, Justo Sierra y las dos sinagogas de la plaza Loreto. Más tarde nos detuvimos a ver cámaras en la esquina de Donceles y República de Brasil, y le regalé una que le gustó. El recorrido continuó por Madero, y así decidimos entrar a la tienda del Museo del Estanquillo. Mientras mi papá estrenaba su Canon desde la terraza, yo compraba el libro de Abel Quezada que tanto me gustaba de niño. De ahí al Gandhi de Madero, El Borceguí de Bolívar y El Danubio en República de Uruguay. Hablamos de un montón de cosas: desde jesuitas y rabinos hasta su fascinación por estudiar cine en los años 70, pasando por sus primeros empleos y el retrato de mi tío bisabuelo que adorna una de las paredes de El Danubio. Qué rico me supo el flan y qué tranquilo me siento esta tarde. Ahora sólo quiero ahuyentar la melancolía y recibir la noche sin desesperación. Lo intentaré pensando en las fotos que tomé hoy con mi cámara imaginaria desde una derruida terraza mental.