Un día me voy a morir de tristeza

Hace rato vi de nuevo a la anciana que no encuentra quien le haga de comer. Hace algunas semanas, cuando la conocí, me contó que estaba buscando a alguien que le cocine y lleve comida a su casa por 50 pesos al día (la pobre está más sola que la una y apenas puede caminar y hablar, ya no digamos cocinar). Por eso aquella tarde tocaba los timbres de un edificio, a ver si alguna persona la ayudaba. Ángel y yo intentamos invitarla a comer en una fonda cercana, pero ella no se dejaba; sólo nos despedía mientras lloraba avergonzada. Hoy la reconocí de lejos en un restaurante medio caro sobre Fernando Montes de Oca, tal vez vive por aquí. De inmediado se notaba que no tenía idea de los precios ni de nada. Pensar en ella me pone realmente triste, y se me quitan las ganas de vivir.