Sobre el Carpe diem et memento mori

Casi todas las mañanas, al despertar, pienso que ese día me voy a morir. Supongo que este es un reflejo común entre quienes solemos "solucionar" las dificultades a priori (o sea, los típicos histéricos que con mañas sacamos fuerza de nuestros hondos y pantanosos egoísmos). Además, segundos después de abrir los ojos, veo un Post-It en el espejo del baño, el cual me invita a disfrutar el día y recordar la muerte. Yo mismo lo puse ahí, no tengo claro por qué. Y después, cuando pedaleo hacia el trabajo, se me ocurre que un coche terminará con mi vida de pronto. Entonces, ¿por qué no me he muerto ya? ¿No se supone que uno atrae las cosas de tanto pensarlas? ¿Será que, precisamente por invocarla a cada rato, la muerte no ha llegado aún? En cualquier caso, prefiero no confiarme ni un solo momento porque yo sé que moriré pronto (siempre es pronto para eso) e inesperadamente. Lo mismo con ustedes. Está claro que todo, excepto el pensamiento y la materia, se acabará súbitamente; así que sólo nos queda sacarle provecho a los días, sin dejar de sospechar de las noches. Como el ladrón que esculca en el bolso ajeno: con un ojo en el botín y el otro en la víctima que se distrae unos segundos. El problema es que este bolso, ni hablar, es de alguien que nunca se distrae.