Escuchar la maqueta de La Insidia, el grupo de Javier Aramburu e Iñaki Gametxogoikoetxea, me hace sentir una sensación que no puedo describir con claridad. Como con el disco de Family, pero en versión sonámbula. Las imágenes se suceden, casi inconscientes, y permanecen cerca. Primero una habitación de techos altos, con duela y poco iluminada; limpia, pero olvidada, y llena de nada. Después el estudio de la casa de mis papás, de noche y en silencio, y con la tele prendida a un volumen súper bajo. Y, a partir de ahí, me resulta imposible continuar con las palabras. Quizá si llorara sería más sencillo, pero ese sería un llanto que no podría ocurrir si lo pienso. Estas canciones también huelen, como a licor (¿anís?), naipes y humedad. Y nada más no puedo pensarlas. Por eso este post luce tan absurdo. Me voy a la cama.
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