Soy muy feliz, ¿debo preocuparme?

Me encanta despertar tranquilo y descansado, beber mucha agua y poner a Astrud para empezar el día, ventilar el departamento, regar mis plantas, leer la sección Comunidad del Excélsior mientras desayuno, caminar hacia el trabajo, platicar con los compañeros de la oficina, comer con Ángel, subir por un café a la azotea de la editorial, escuchar a La Casa Azul mientras reseño restaurantes, compartir ideas por Messenger con los colaboradores, cenar pan dulce, hacer mi tarea de hebreo y dormirme tarde mirando el canal 22 (con Fortina hecha bolita a un lado de mí). Todo está en orden, y mi vida me satisface. ¿Eso significa que algo malo sucederá pronto?, ¿o no necesariamente? Díganmelo ya. Si ese es el caso, quizá me vuelva un quejumbroso profesional como antaño.