El milagro de alguien más
Anoche, alguien se encontró unas cartas del Tarot de Marsella (entre ellas, la ocho) en la esquina de Oaxaca y Salamanca, pero no las recogió porque estaban sucias. Algunos minutos después, un cajero automático se tragó su tarjeta de débito. Entonces regresó por las cartas, pero alguien más ya se las había llevado. Cuando escuché esta historia, descubrí que las cosas buenas (las mejores, de hecho) se disfrazan de malas. Pero a las malas no les hace falta disfrazarse de nada, así que ¿cómo distinguirlas? ¿Hará falta distinguirlas, en realidad? Hoy desperté enfermo y sin agua, como esos dolores que viajan con su paliativo. En la vida no hay medicinas, sino paliativos; tampoco armaduras, sólo disfraces. Y anoche soñé con vampiros, ¿por qué?
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