Dos presentaciones inolvidables del colectivo Cats (anteriores a nuestra actual condición de ultra famosos)


Este es el flyer que diseñó Dorianne para su fiesta de cumpleaños, la del año pasado. En aquel momento, todavía no sabíamos si nos llamábamos Colectivo Cats, Colectivo Indie, Go! o Colectivo Basura. En cualquier caso, nuestra presentación se limitó a poner ocho o nueve canciones del iPod de Ángello con la ayuda de un estéreo tosco y feo. En la sala sin muebles, un puñado de personas se conocían y reconocían, acompañados por un pastel de preparación misteriosa. De ahí nos fuimos al Oasis, al Viena y luego a la calle de López, en busca del Kefrén. No lo encontramos, pero por alguna razón terminamos afuera de Bellas Artes, colgándonos de unas tiritas amarillas muy resistentes. El pastel, por cierto, comenzó a surtir efecto en algunos varias horas después, mientras desayunábamos al alba en un Sanborns de la Zona Rosa. Rodrigo Moya estaba tan alterado que ni siquiera podía hablar, si acaso sólo reír hacia dentro (espero que sus papás no estén leyendo esto). Qué tiempos.


Este show lo organizamos con pocas horas de anticipación. Por supuesto, resultó un desastre. Se nos ocurrió 'tocar' en un bar gay de la Condesa, y sólo logramos que nos odiaran. Ni siquiera nos permitieron estrenar nuestra nueva canción, "Pan Dulce", compuesta minutos antes. Pero por lo menos bebimos gratis un montón de cervezas ¡y tocamos con Mono Mono! Uf. Me acuerdo de la cara de los dueños cuando Jeffrey llenaba el local con espuma, confeti y demás basurilla festiva. Nosotros decidimos comenzar nuestro show (de una sola canción, pero originalmente de dos) con el tema del inspector Gagdet. Xavi y yo acariciábamos una pared estrecha, de espaldas al público (como 25 personas), mientras Ángello se moría de vergüenza frente a todos esos jotines azorados por nuestro look, pero indiferentes ante su propio abuso de gel y poliéster. A ninguno de ellos le parecimos, como mínimo, chistosos; "Yo Vivo Sobre Tlalpan" fue... demasiado para ese contexto. Dorianne sólo escondía su rostro tras el monitor de mi iBook. Todo terminó con mi silueta solitaria y borracha caminando, en zig zag, hacia mi casa con un cisne grandote bajo el brazo.