Esto confirma mi teoría. O bueno, varias.
Metí las penúltimas correcciones. Llegó mi taxi. Pensé que sería mejor idea dejar fluir las cosas (eso lo aprendí de Ernesto), así que salí con mi iPod y un par de bolsas negras con basura a escuchar una canción mientras me dirigía al Videódromo a devolver la película de Álex de la Iglesia que tanto me hizo reír anoche. Ahí me la encontré. Sin plan, como yo. Fuimos al Kalimán. Descubrimos coincidencias. Comí una gringa vegetariana sin piña. Descubrimos más coincidencias. Llegó su amigo. Se fueron al Black Horse (hubiera querido llevarlos a La Botica, pero estoy tomando antibiótico) y caminé hacia El Péndulo para llamarle a Dorian. Regresé a mi casa y adivina a quién tengo ahora en mi desktop (no, no a ella).
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