Lost in transportation

O Perdidos en Tepito. O bueno, perdido, porque iba yo solo. La idea era encontrar un edificio en Donceles. La inspección comenzó a las seis de la tarde. Tres horas después, el que escribe buscaba con desesperación la manera de salir del barrio más bravo del centro histórico. A continuación, el relato.



Luego de visitar el oscurísimo UTA y de estar presente, sin planearlo, en una conferencia sobre los derechos de la mujer, en el ultra hip Centro Cultural España, decidí caminar por Moneda, sin rumbo. El atardecer inspiraba. Y también transpiraba.



Llegué a Cinco de Mayo. Me metí al café La Blanca. Cené, leí y me entretuve tomando algunas fotos.





Entonces, cual Alicia antes de entrar en el país de las maravillas, me propuse seguir a un cojo que salía de ahí y cuya vida despertó mi más inocuo y ocioso morbo. Me apresuré, pues, a pagar y empecé a caminar tras él. En Motolinía y la calle del Museo Nacional, comencé a desesperarme por la lentitud de mi liebre y preferí rebasarlo y andar hacia el Eje central, con dirección a Garibaldi. Descubrí, entre otras cosas, que Ignacio Altamirano tuvo su casa en donde ahora está fincado un famoso y gigantesco Sanborns. También se me reveló la existencia de solitarios callejones detrás de tan celebrada plaza. Temerario, continué mi marcha por aquellos rumbos, desembocando en República de noséqué. Ahí, giré en República de quiénsabequé y hallé este letrero.



Capté de pronto que me encontraba en Tepito. A oscuras. Rodeado de callecitas solitarias, virgencitas Lupitas, vecindades de neón y jabón Foca, y marchantas que cambiaban de banqueta cuando me veían de frente. Caminé por siglos y en círculos. Caguameros y ambulantes empezaban a gritarme. Yo subía el volumen de mi iPod para no escucharlos. Me concentraba en el café con leche que había bebido en La Blanca. Así, llegué al Eje 1 norte y alcé el brazo. Una de las salidas del metro La Merced se postraba frente a mí, representando una esperanza. Un taxi, con una bandera de la Chivas, me sacó de ahí.



Enseguida, algunas de las frases más notables de mi salvador.

"Las personas de tu, ¿cómo decirlo?, de tu clase no andan mucho por acá".
"Ahorita, a una cuadra de donde te levanté, me tocó ver cómo ejecutaban a un güey en un Jetta".
"¿Dónde queda Insurgentes? No ubico esa calle".