Un bejaranista fui

Anoche formé parte de la corrupción capitalina. For the first time. Resulta que mi amigo Z10 (ocultaré su nombre con el propósito de no echarlo de cabeza) dejó su coche afuera del Sanborns de San Luis Potosí e Insurgentes para acompañarme a comprar una alfombra a Sears. Había demasiado tránsito como para meterlo al estacionamiento. Cuando regresamos, poco después de las ocho, su Ka ya no estaba ahí. Cáspita, ¡la grúa! Luego de algunas pesquisas, dimos con la dirección del corralón de San Antonio Abad, el que está en avenida del Taller casi esquina con la calzada de Tlalpan, creo que no está de más conocer la ubicación exacta del inmueble, así como saber que existe un horario para liberar los automóviles: de 8:00 a 20:00 horas.

20:09 horas. Después de presenciar cómo un abogadillo fanfarrón intimidaba al "pareja" (así le decía al policía de la puerta) para que lo dejara sacar el coche de su amigo, Z10 y yo decidimos emular tal método e intentar "arreglarnos" con don poli. Después de ofrecerle diez merlacos que gané en la comida de Notmusa ("pérese, mi chino, no sea payaso"), llegamos a la conclusión de que el soborno iba en serio. Tuvimos que darle su mordida, la de su compañero y la de la tipa que llega por la mañana, pa'que no rajare the day after. Fueron doscientos pesos, menos los diez merlacos. De ahí huímos furtivos a un evento vano en Orizaba y a cenar a los tacos del Califa. Hoy desperté sintiéndome cívicamente mal, pero como bien dice la compañera de trabajo número once: "ayúdate, que yo te ayudaré". Además, si esta mañana lograron darse cuenta de que afuera del metro Chilpancingo no había microbuses en segunda fila, como usualmente los hay, entérense de que el milagro es consecuencia de una queja que hice ayer a Locatel. Así que tan mal ciudadano no soy. ¿O sí?, ¿ustedes qué opinan?


"Yo no quiero ser Jorge Pedro".