The rise and fall of a shopkeeper
Érase una vez un amable abarrotero llamado Felipe González. Bonachón y servicial, según informan las personas que solían visitarlo en la central de abastos de la ciudad de Aguascalientes. Resulta que un buen día, el señor decide aliarse con el Partido Acción Nacional para contender por la gubernatura de su Estado. Y que la consigue. Y que se convierte de súbito en un déspota en cierne, en un contratista de guardaespaldas y en un obtuso bobalicón, más concentrado en sus negocios que en las necesidades de los acalorados hidrocálidos a quienes deja abandonados antes de terminar su período, ya que renuncia y emigra al Distrito Federal, a la corte de Santiago Creel, mismo que a su vez piensa dejar su puesto en enero para preparar su pre campaña presidencial. Con la única condición, dicen, de que Fox deje al señor González en su lugar. Y es así que con una carrera política de menos de seis años, don Felipe podría convertirse en el segundo a bordo de este país rebosante de Marthitas, Bejaranos y Alatorres. Mf. Aunque usted sí lo crea.
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