Claro. Hacer un documental es más conveniente porque así no necesitas comprometerte. Además, siempre serás capaz de rellenarlo con escenas onda dramatización de las que bien podrá encargarse alguna actriz semi reconocida y de apariencia izquierdosa. Como Vanessa Bauche, quien parece encontrarse más preocupada por su corrección política y por su discurso de las muertas de Juárez blablablá que en comprender la diferencia entre actuar en teatro y en cine (y que no lo comprenda, se le quitaría lo chistoso). Como documental, Digna hasta el último aliento no sólo no cumple su función esclarecedora, sino que en realidad se dedica a confundir al público, tanto por la terrible labor de edición como por los enredados parlamentos. “Sí, pero es que el tema de por sí es complicado”, me dijo alguien, pero yo no creo que ese sea un motivo válido para meter diálogos como “el subprocurador apeló ante la enmienda del código de Derechos Humanos, a pesar de los amparos conseguidos por la PGR frente a los trabajos de la comisión indigenista”. ¿Quién es capaz de (querer) entender eso? Por ello, no me sorprendió descubrir a dos mujeres con huipil plácidamente dormidas en el cine. Por supuesto que al final de esta apología mal lograda, las vi aplaudiendo hasta su último aliento. Mal actuada, mal editada y mal concebida, esta película no aporta, no entretiene y no se atreve. ¡Mf!
¿Por qué cuando uno teclea "Vanesa Bauche" en el buscador de imágenes de Google aparece esta foto?
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