Spleen de oficina

Jueves. Una de la tarde con tres minutos. Un lagrimón escurre por tu mejilla y no porque estés triste o irritado. Bueno, irritado sí, pero no de los ojos. Piensas que si el tedio tuviera un color, seguro sería el mismo que proyecta ese foco amarillo. ¿Es eso un amarillo, por cierto? Una de la tarde con cuatro minutos, el reloj está adelantado cinco minutos. Te preguntas por qué y entonces lo ajustas. Doce del día con cincuenta y nueve minutos, pf. El lagrimeo continúa y el disco se acaba. Una de la tarde. Decides cambiarlo, pero no sabes qué poner. Sigue siendo la una de la tarde. Aprietas ocho veces la teclas manzanita y M para ver si sucede algo en el Outlook, que en tu caso, bien podría llamarse Outlet. Dibujas una sonrisita furtiva y ouais!, ya pasó un minuto. Esa canción de The Cure te gusta un buen, pero la has puesto tantas veces que has sido capaz de desarrollar una especie de inmunidad con respecto a ella. "And IIIIIIIIIIII can't fiiiind myseeeelf", qué estridencia más deliciosa. Un par de metros enfrente de ti se escucha un bostezo, como esos bostezos ochenteros que tantas veces emitiste durante la primaria, acaloradísimo al interior de un suéter azul de poliéster. La canción no termina todavía y vuelves a mirar el reloj de la computadora: una de la tarde con tres minutos.