I took the poison, took the pity



Fue en el asiento trasero de la Aerostar roja que ahora pertenece a Nena. Mi mamá acababa de recogerme de la secundaria y yo moría de calor y hambre. No era común que el radio estuviera sintonizado en esa estación. Y claro, es que ningún integrante de mi familia tenía ganas de soportar ese tipo de vibraciones estridentes, como las de aquel sonido lustroso de la Fender Jaguar que nos invadió esa tarde. Fue enconces que sentí la súbita urgencia de llegar a la casa, necesitaba grabar esa canción de inmediato. Una vez ahí, subí desesperado a mi habitación y tomé un casete virgen para poner a grabar la señal del 93.7. Sólo alcancé a registrar los últimos segundos de "New Generation", pero con eso me bastó para alucinar el resto del día. Y de la semana. Hasta que volví a escucharla y atraparla por completo. Incluso para mí es difícil dimensionar ahora los alcances epifánicos que representó descubrir el Dog Man Star en una tienducha de discos allá en Aguascalientes, in that catalogue town. Santa Claus (sí, a los 14 años) acababa de traerme unos audifonotes que hicieron posible que me bebiera el segundo álbum de The London Suede trillones de veces. No está de más decir que a la fecha, sigue ocupando un lugar importante dentro del top cinco de mis discos favoritos. Pasaron los meses y yo seguía deglutiendo las canciones del grupo de Brett Anderson (música homosexual para heterosexuales, decía el New Musical Express), al mismo tiempo que invertía tardes enteras oyendo a Blur, a Pulp y sí, lo acepto, a Oasis también. Gloriosos tiempos los del Brit pop.