Nostalgia por el 1.Outside

El segundo álbum de Oasis comenzaba a convertirse en una especie de religión, Blur estaba por cerrar su trilogía londinense con el The great escape, Pulp había alterado la conciencia social de cientos de miles gracias al Different Class y Suede había adquirido un nivel de fineza inigualable con el Dog Man Star. En aquel entonces, yo pasaba las tardes escuchando esos discos, estudiando griego moderno, aprendiendo a tocar la guitarra y la flauta, y oyendo la BBC a través del radio de onda corta de mi papá. Cómo se nota que no había internet. Aunque sí un montón de tareas que igual no hacía. Sólo las de inglés.

¿A qué dedicaba su tiempo David Bowie en 1995? Según sé, a ponerle orden a las nueve horas de grabación que había realizado con Brian Eno, a diseñar papeles tapices y a escribir el diario de Nathan Adler, uno de sus alter egos menos comprendidos. Mientras yo aprendía a ponerme una corbata para ir a las fiestas de XV años de mis amiguitas, el músico de Brighton se hallaba obsesionado con el asesinato artístico, el crimen cyberpunk, la ropa sangrada y la creación de un sofisticadísimo disco conceptual, un drama gótico hipercíclico llamado 1.Outside, cuyas secuelas, 2. Contamination y 3. Afrikaans, siguen deliberadamente sin editar. Para muchos, se trata del último gran disco de David Bowie; para mí, significó una auténtica revelación: lucidez críptica, referencias masónicas, desorden futurista, mensajes cifrados, jaleo policíaco, vísceras, fluídos corporales y una extensa gira con Nine Inch Nails.


Mientras escribo este post, escucho sin parar este álbum.

¿Qué estaban haciendo ustedes hace diez años? Yo me devoraba con pasión la revista Complot, leía en secreto unos libros rosacruces de mi abuela y el Zarathustra de Nietzsche, escuchaba como loco a Fobia, tomaba un curso sobre rock y comunicación social y otro de expresión corporal, hacía un fanzine, odiaba las clases de educación física, amaba ensayar con mi grupo (sí, tocábamos cóvers de El Tri y de Caifantes y todos íbamos los miércoles y los sábados a la casa del Opus Dei) y sufría el acné más severo que jamás haya atacado a algún jovencillo en la ciudad de Aguascalientes. Qué tiempos.