Everything counts in large amounts

Anoche, Ricardo llegó a mi casa con una botella de vodka. También compró aguas quinas, refrescos de limón y hasta una lata de cerezas en almíbar. Cerezas, no cervezas. Esas tocan hoy. Luego de una plática tupida de camaradería y confidencias, nos dirigimos a los tacos del Califa, cuyo eslogan, "tienes que venir para probarlos", me divierte e invita. Regresando al departamento, alegre me quedé pensando en esta transición tan convencional y por lo tanto tan senseless que por alguna razón me resulta significativa. La rat race comienza hic et nunc y lo cierto es que hay que venir para probarlo, como El Califa de Alfonso Reyes.

25 años. Más o menos, eso era lo que vivía la gente en la edad de piedra. ¿Cuántos cuartos de siglo realmente vive uno? Como persona joven, quiero decir. ¿Uno? Si acaso dos. Hoy comienzo el primero y me doy cuenta de que los años que he vivido so far representan una suerte de entrenamiento para lo que será el verdadero quarter de la vida. A hacer dinero, a pisar más fuerte para que las huellas se noten más y por más tiempo, a estar muy contento y a ayudar a los demás. Un globo, un post it, una llamada. Un abrazo, una cachucha, un e-mail. Muchas gracias, de verdad.



"¡Por Bafomet! Los paparazzi no me dejan tranquilo ni siquiera cuando me devoro mi pastel de cumpleaños en la oficina".