Aquí nos tocó beber

Decidimos terminar el maratón Guadalupe-Reyes en El Nivel. Después de concluir que la ciudad de México empieza en la UNAM y acaba en la esquina que hacen Insurgentes y Reforma, nos dimos cuenta de que de todas formas esta urbe sigue siendo mucho más grande que la Condesa. Así que, huyendo de ahí, nos encaminamos hacia el Centro Histórico. No fue difícil dejarme entusiasmar por las historias que Radwán me contó acerca del edificio donde antaño se fincó la sede de la primera Universidad del continente. Desde 1872 se encuentra ahí, a un costado de la Catedral Metropolitana y justo al inicio de ese parnaso del ambulantaje llamado calle Moneda, la famosa cantina El Nivel, en la que han bebido todos los presidentes de nuestro país, excepto el señor Fox. Un mesero nos dijo que también el Peje se da sus vueltas por ahí. Como las que a mí me dieron, pero en la cabeza, luego de beberme doscientas veintidós Coronas como si fueran vasos con agua. Eso, por supuesto, no impidió que continuáramos nuestra ruta en otra cantina que se encuentra en República de Cuba casi llegando al Eje Central. Luego de conversar acerca de Axayácatl, la mara salvatrucha, Santa María la Ribera, el micropunto, Rayuela y por supuesto Kipling, deliberamos que enough era enough y que a nuestras camas. No sin antes improvisar un mini after en mi departamento, escuchando al David Bowie primigenio y planeando un viaje a Nueva York en coche. Si esto no es la juventud, entonces yo no sé lo que es. Ni quiero saberlo.


El Nivel, al nivel.