Temporada de patos
Me valió pito. Y eso que nunca he sido gran fan de las carcajadas en el cine. Recuerdo, por ejemplo, la insufrible experiencia de haber ido a ver Sexo, Pudor y Lágrimas hace unos añitos: mis compañeros de sala no paraban de reír cada vez que el quesquesimpatiquísimo Damián Bichir decía una grosería, ¿qué les causaba tanta gracia a esos percebes?, ¿qué? Ayer, durante la presentación que hizo la revista Código 06140 de Temporada de Patos, me convertí casi sin darme cuenta en una de esas odiosas criaturas que se ríen mientras ven una película y una vez más, me valió pito, pues bien lo merecieron los 90 minutos que pasé anoche en el Cinemex de Masaryk. Además, no hice mucho escándalo. Si tomamos en cuenta lo difícil que resulta toparse con una película mexicana honesta, entretenida y verosímil, entonces es entendible que este primer largometraje del director de vídeos Fernando Eimbcke ingrese con facilidad en la categoría de a must see. Las actuaciones de Diego Cataño, Daniel Miranda y Enrique Arreola no sólo son capaces de despertar una ternura sincera, sino que además, lo dejan a uno con la boca abierta, realmente lo hacen bien. Danny Perea no tanto, la verdad, y sin embargo, su parlamento sobre el Papa haría sonreír al propio Papa. Una historia profunda, una musicalización (a cargo de Rosso, de Plastilina Mosh) idónea y sobre todo, un guión cojonudo y realista. Qué lejana se ve la pubertad desde aquí, qué pequeñito me pareció ese desencuentro de inocencia, euforia y malestar esta mañana después de haber vuelto a soñar con la muerte.
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