Extraordinariamente torpe

Vengo de ver La liga extraordinaria, uff. ¿Por dónde comenzar? Hay una parte donde el malo de la peli dice "¿cuántas veces tendré que matarlos? Espero que ésta sea la última", y en ese momento no pude estar más de acuerdo con él, ja, ja, ja. En un pedestre intento por reivindicar a algunos de los héroes románticos de la literatura decimonónica, Sean Connery, injustificado protagonista y agringado productor, se convierte en una caricatura de su connato: resulta que el malo quiere reproducir clones de estos héroes, mientras que los originales tratan de impedirlo, ¡más elocuente e irónico no puede ser este terrible guión, en el que para impedir que destruyan Venecia, los héroes derrumban San Marcos! Por cierto que las maquetas no son tales, ¡puedo jurar sobre una biblia presbiteriana que son dibujos!

Cómo me divertí, con los diálogos, con las baratas referencias masónicas y con tantas, tantas tonterías... Cualquiera que haya leído la única novela de Wilde, sabrá que el señor Dorian no era vanidoso, sino bello. Cualquiera que conozca la historia de Bram Stroker, sabrá que Mina estaba enferma y descontenta, y no sedienta de sangre... En fin, podría seguir enumerando aberraciones por demás obvias —como la "hulkulización" del doctor Jekyll, ja, ja, ja—, pero no lo haré. Y hablando de obviedades, después de varias decenas de minutos preguntándome a qué quería llegar la película, aparece el torpe de Connery y "simbólicamente" cede a Tom Sawyer el poder del imperio británico que decae. Dios mío con este chocheo. Y por si fuera poco, la última escena de la historia —ni modo, tengo que contarles esto— es la resurrección, al estilo Cristo, del viejito que alguna vez personificó a James Bond (sólo que éste no tuvo la cortesía de esperarse al tercer día). Por último: ¿podría alguien informarle a esta gente que para 1898 la torre Eiffel todavía no estaba terminada?